– Vamos a empezar desde el principio ahora
que estamos todos más tranquilos, ¿le parece? – dijo el policía sentándose
frente a mí al otro lado de la mesa de la sala de interrogatorios.
Yo me limité a asentir. Él ajustó la luz del
flexo mientras me daba tiempo para terminar de beber agua.
– En primer lugar –, dije en el tono más
calmado que pude dar a mi voz en aquellas vergonzosas circunstancias – Soy
Óptico-Optometrísta, graduado por la Universidad de Murcia. Cuatro años de
duros estudios pertenecientes a la rama de Física, 240 créditos. Bueno, pues
cuando aquel tipo me preguntó a que me dedicaba y, tras un largo silencio, me
volvió a preguntar en tono incrédulo: “¿Pero eso es una carrera?”, perdí los
estribos. No me siento orgulloso de lo que hice, realmente estoy muy
arrepentido, pero empecé a sentir que me hervía la sangre, todo se volvió rojo
y perdí el control de mi mismo. Agente, no es la primera vez que me sucede que
me pregunten tal cosa pero creo hoy fue la gota que colmó el vaso, aunque nada
justifica mi reacción; lo sé. No me reconozco en lo que he hecho.
– Pero hombre, no se ha dado cuenta de la
fecha. Es 28 de Diciembre, no hay que tomarse nada tan a pecho nunca, y menos
hoy.
– Tiene razón –. sentencié agachando la cabeza.
– Y ahora en serio –, volvió a hablar el
policía – eso que me ha contado es broma, para vender gafas no hay que estudiar
en la Universidad, ¿verdad?
La sangre volvió a hervir, todo alrededor se
tornó rojo…