Era un reunión importantísima a la que nos
enfrentábamos, necesitábamos ganar la cuenta de aquellos clientes para nuestra
empresa como fuera. La misión de convencerles que nosotros les traíamos la
mejor opción para su dinero había recaído sobre mi compañero y sobre mí.
Desde que nos montamos en el coche la
verborrea de él era imparable, que si como debíamos llevar el encuentro, que si
la mejor forma de enfocar el tema era como él decía, que sí, que sí… A mí ya me
estaba hartando que se dirigiera hacia mi persona más como si fuera su
subordinada que como a una compañera, y sobretodo cuando aquella misma mañana
me habían confirmado un ascenso que solo quedaba por hacer público. Pero yo soy
más de guardar silencio para concentrarme cuando me enfrento a situaciones
tensas como aquella. Me estaba poniendo nerviosa, aunque esperaría a cuando
saliéramos de la reunión para hablar seriamente con él.
Estábamos a punto de entrar cunado me frenó
en seco y dijo.
– Estás más guapa sin gafas, quítatelas.
‘¡Cómo!’, sonó dentro de mi cabeza. Ya no
pude más.
– Tú también estás más guapo cuando me quito
las gafas, pero me aguanto.
Y así fue la última vez que aquel sobradillo
trabajo conmigo, y para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario