Y allí
estaba, una tarde más, maldiciéndome a mi misma por no haber sido mejor estudiante
durante mis años de Instituto. Si me hubiera tomado más en serio las notas, y
menos la salidas con los amigos, hubiera podido estudiar medicina que era mi
verdadera vocación. Que feliz sería sintiéndome útil de verdad, tomando rápidas
decisiones y salvando vidas en Urgencias. Pero me tuve que conformar con
estudiar Óptica que, claro, no es lo mismo. Lo más parecido a un subidón de
adrenalina dentro de mi trabajo es cuando debo entregar una gafa montada a una
hora concreta y a la biseladora, como buena máquina, le da por revelarse y no
trabajar como debe.
Ahí estaba yo
cuando una de nuestras clientas, embarazada de casi siete meses, entró por la
puerta quejándose de no ver bien. Sin prestarla mucha atención, porque como ya
he dicho estaba autocompadeciéndome por mis malas decisiones en el pasado, la
hice pasar mecánicamente dentro del gabinete. Tras examinar el ojo derecho todo
bien, todo igual, pero cuando me proponía a graduar monocularmente su ojo
izquierdo me dijo que solo veía la mitad de las letras, solo era capaz de ver
la mitad del campo visual. De pronto me fije detenidamente en ella, la conocía
y no tenía buen aspecto, no el habitual en una embarazada. Entonces recordé
algo estudiado años atrás. Colgué mi bata, agarré el bolso y las llaves del
coche, y tras cerrar la óptica me llevé a la mujer lo más rápido que pude a
Urgencias. El corazón me latía con tal fuerza mientras esperaba a los médicos
que temí se me escapara por la garganta. Finalmente me confirmaron que habían
tenido que practicar una cesárea de urgencia para salvar la vida tanto de la
madre como del feto pero que todo había salido bien. La preclampsia le había
disparado la tensión por las nubes y estuvo a punto de matar a ambos.
De pronto me sentía bendecida por no haber
sido una buena estudiante en el Instituto, que la nota no me hubiera dado para
hacer medicina y no tener que vivir todos los días de mi vida enfrentándome a
rápidas decisiones que implicaran la vida o la muerte de otras personas. Fui feliz
porque descubrí que lo que realmente me gustaba era ser óptica-optometrista.
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