Andregoto no
quería abrir la puerta de su casa a los familiares
de la Santa Inquisición, sabía que con ellos no llegaba nada bueno. Alguno de
sus vecinos de la judería logroñesa la había denunciado y podía imaginarse el
delito. En aquel convulso año de 1610 los rumores en torno a ciertas personas,
como el que existía sobre ella, no podían más que acarrear graves problemas.
Cuando Don
Alonso de Salazar y Frías leyó las acusaciones contra Andregoto quiso que
trajeran a la prisionera a su presencia. La mujer, de avanzada edad ya, había
confesado tras ser sometida a la toca
su delito; pero quien no confesaría con un paño metido hasta la garganta
completamente embebido de agua. Si tal y como decían los escritos aquella
señora, mediante la brujería, era capaz de tales prodigios como transformar los
objetos en oro; ¿Por qué no desapareció de Logroño con la fortuna amasada?
La rea se
presento ante él desaliñada, cabizbaja y agotada. Pero al levantar la mirada la
principal prueba en su contra fue claramente visible. Cuando la luz se reflejo
es sus corneas y estas brillaron como el oro el buen inquisidor sintió un
estremecimiento… ¿Y si fuera verdad? Solo la ciencia puede empequeñecer la
superstición, ya que el desarrollo de una es inversamente proporcional a la
disminución de la otra, y en aquel momento a Don Alonso le hubiera encantado
escuchar una explicación lógica a por qué dentro de los ojos de aquella mujer
flotaba polvo de oro. Él nunca antes había visto cristales de colesterol
flotando en los humores, nunca había oído hablar de la sinquisis centelleante.
Otra palabra que conseguirás que recuerde más fácilmente gracias a tus historias...gracias!
ResponderEliminarJijijiji. Si tienes alguna sugerencia de alguna otra palabra que quieras recordar inspírame, no lo dudes ;-)
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