sábado, 23 de febrero de 2019

PARINAUD DELATOR






Envidiaba tanto a su marido, o mejor dicho, su profesión.
Cada día que pasaba encontraba más deprimente su oficio de policía, ¡en que estaba pensando cuándo decidió entrar en el cuerpo! Allí estaba ella, una vez más, ante un cuerpo inerte víctima de una violencia desmedida e injusta. Es lo que tiene homicidios. El asaltante se había colado en la casa de aquella pobre chica y la había matado. Se contaba con tres testigos oculares de lo sucedido pero aun así nadie sabía por donde empezar; y es que los gatos como testigos no son muy buenos. Según el forense la muerte se produjo cinco días atrás, el tiempo exacto desde el cual no tenían noticias de la muchacha sus familiares. También, según el forense de nuevo, uno de los gatos había arañado al asesino; igual al final los gatos iban a ser de más ayuda de lo que había pensaba en un principio.
Se asomó a la puerta principal, varios curiosos rodeaban el cordón policial y los escrutó minuciosamente a todos. Sabía que era frecuente que los asesinos volvieran al lugar de sus crimines a ver trabajar a la policía, y así fue como, entre aquella pequeña muchedumbre, un hombre captó su atención. Tenía el párpado del ojo derecho rojo e inflamado. Vio como la observaba fijamente. Ella hizo ademán de mirar algo al cielo, y comprobó que cuando aquel tipo intentó hacer lo mismo en un acto reflejo su ojo derecho fue incapaz de elevarse en vertical. La inspectora había visto una imagen similar a la mirada de aquel individuo en los apuntes del Master de patología ocular para optometristas de su marido: era un síndrome de Parinaud, frecuente en la enfermedad del arañazo de gato. Se trataba solo una corazonada, tenían que confirmarlo, pero la aburrida profesión de su marido acababa de darle un hilo del que tirar.
Envidiaba tanto a su marido, o mejor dicho, su profesión.

domingo, 17 de febrero de 2019

LA PRIMERA VEZ




La primera vez siempre esta llena de expectación y miedo, una mezcla del deseo por probar algo nuevo y el temor a hacerlo mal. Además está la gran pregunta: ¿Dolerá? Ahora que ya todo había pasado no podía describir aquello más que con buenas palabras, sus manos expertas no la decepcionaron, e incluso superaron las expectativas.  Tras superar la vergüenza de reconocerle que para ella todo aquello era nuevo, que nunca antes lo había hecho porque no estaba segura ni convencida, y que era más que consciente que por ese motivo entre sus amigas de la Universidad era la rarita, debía reconocer que todo fue como la seda. El guapo óptico recién graduado, y locamente enamorado a primera vista de aquella chica, le enseñó a ver el mundo con ojos nuevos de la mejor manera que supo. Antes de empezar le repitió que, para que todo saliera bien y fuera fácil y placentero, era fundamental que ella deseara realmente hacerlo. No hubo dudas, la enamorada respondió con un categórico: “Sí”
Y así, con estas mismas palabras que sirven para explicar como fue su primer encuentro bajo las sábanas, podríamos describir también el día que se conocieron y surgió el flechazo; cuando él le adaptó por primera vez unas lentes de contacto.



viernes, 8 de febrero de 2019

MEJOR SIN GAFAS


  


Era un reunión importantísima a la que nos enfrentábamos, necesitábamos ganar la cuenta de aquellos clientes para nuestra empresa como fuera. La misión de convencerles que nosotros les traíamos la mejor opción para su dinero había recaído sobre mi compañero y sobre mí.
Desde que nos montamos en el coche la verborrea de él era imparable, que si como debíamos llevar el encuentro, que si la mejor forma de enfocar el tema era como él decía, que sí, que sí… A mí ya me estaba hartando que se dirigiera hacia mi persona más como si fuera su subordinada que como a una compañera, y sobretodo cuando aquella misma mañana me habían confirmado un ascenso que solo quedaba por hacer público. Pero yo soy más de guardar silencio para concentrarme cuando me enfrento a situaciones tensas como aquella. Me estaba poniendo nerviosa, aunque esperaría a cuando saliéramos de la reunión para hablar seriamente con él.
Estábamos a punto de entrar cunado me frenó en seco y dijo.
– Estás más guapa sin gafas, quítatelas.
‘¡Cómo!’, sonó dentro de mi cabeza. Ya no pude más.
– Tú también estás más guapo cuando me quito las gafas, pero me aguanto.
Y así fue la última vez que aquel sobradillo trabajo conmigo, y para mí.

domingo, 3 de febrero de 2019

URGENCIAS





Y allí estaba, una tarde más, maldiciéndome a mi misma por no haber sido mejor estudiante durante mis años de Instituto. Si me hubiera tomado más en serio las notas, y menos la salidas con los amigos, hubiera podido estudiar medicina que era mi verdadera vocación. Que feliz sería sintiéndome útil de verdad, tomando rápidas decisiones y salvando vidas en Urgencias. Pero me tuve que conformar con estudiar Óptica que, claro, no es lo mismo. Lo más parecido a un subidón de adrenalina dentro de mi trabajo es cuando debo entregar una gafa montada a una hora concreta y a la biseladora, como buena máquina, le da por revelarse y no trabajar como debe.
Ahí estaba yo cuando una de nuestras clientas, embarazada de casi siete meses, entró por la puerta quejándose de no ver bien. Sin prestarla mucha atención, porque como ya he dicho estaba autocompadeciéndome por mis malas decisiones en el pasado, la hice pasar mecánicamente dentro del gabinete. Tras examinar el ojo derecho todo bien, todo igual, pero cuando me proponía a graduar monocularmente su ojo izquierdo me dijo que solo veía la mitad de las letras, solo era capaz de ver la mitad del campo visual. De pronto me fije detenidamente en ella, la conocía y no tenía buen aspecto, no el habitual en una embarazada. Entonces recordé algo estudiado años atrás. Colgué mi bata, agarré el bolso y las llaves del coche, y tras cerrar la óptica me llevé a la mujer lo más rápido que pude a Urgencias. El corazón me latía con tal fuerza mientras esperaba a los médicos que temí se me escapara por la garganta. Finalmente me confirmaron que habían tenido que practicar una cesárea de urgencia para salvar la vida tanto de la madre como del feto pero que todo había salido bien. La preclampsia le había disparado la tensión por las nubes y estuvo a punto de matar a ambos.
 De pronto me sentía bendecida por no haber sido una buena estudiante en el Instituto, que la nota no me hubiera dado para hacer medicina y no tener que vivir todos los días de mi vida enfrentándome a rápidas decisiones que implicaran la vida o la muerte de otras personas. Fui feliz porque descubrí que lo que realmente me gustaba era ser óptica-optometrista.

LA HIJA DEL FARERO

He oído decir que la séptima hermana de una familia siempre es bruja, y empiezo a pensar que debe haber algo de cierto en esa afirma...