Llevaba toda
una vida preparándose para aquel momento, se lo había ganado, y aun así no
podía dejar de sentirse como un impostor. Había obtenido las mejores notas
durante toda la carrera de Física en la Universidad Estatal de Nueva York, con
Doctorado incluido. A sus 32 años ya podía presumir de varios trabajos de
investigación publicados por revistas prestigiosas. Y en cuanto al estado
físico estaba en plena forma. Iba a cumplir su sueño desde niño, iba a ser
astronauta.
Había superado muchas pruebas para llegar a estar
dónde estaba, y mucho más duras que un examen visual, pero esa era la que
seguía haciéndole sudar más que ninguna. La revisión del ojo derecho fue bien,
20/20 sin graduación; pero la examinadora le cambio el optotipo para el ojo
izquierdo y aquello no se lo esperaba. Desde hacía años memorizaba las letras
en tiempo record para no atascarse en el 80% de visión, con suerte, pero no
contaba con que se las cambiaran.
La examinadora probaba distintas lentes sin mejora.
Desistió. Con el ceño fruncido le hizo apoyar barbilla y frente ante un aparato
que llamó lámpara de hendidura, y a los pocos segundos de enfoque captó una
foto. La imagen se proyecto en un monitor en la pared.
– ¿Te habían
dicho alguna vez que tienes una catarata congénita en el ojo izquierdo? – dijo.
– No es una catarata, mírela bien, es la nebulosa
Esquimal. Nací predestinado para este trabajo.
Ella le sonrió con compasión. Tras unos instantes de
duda borró la imagen y estampó el sello de APTO en su informe.
Tramposos!!
ResponderEliminarCómo contradecir las señales del destino ;-)
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