Mi padre era un
óptico con alma de poeta, y no me entraba en la cabeza. Como podía entregarse
al mismo tiempo a dos cosas tan dispares y, sobre todo, como podía desviar su
atención de algo tan bello por culpa de ridículos versos. “¿Qué es poesía?,
dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul”; ¡Pero, por Dios! Primero sé
lo decía de hijo a padre, y con el paso de los años de óptico a óptico, todas
las pupilas son negras. Azul sería el iris pero claro, a Bécquer no debía
sonarle igual de bien y prefirió rimar con una imprecisión. Como iba a respetar
a la poesía si para empezar era incapaz de hablar con propiedad.
El día que entraste en la óptica por primera vez
porque querías empezar a usar lentillas estábamos discutiendo por enésima vez sobre
la dichosa rima XXI, la verdad es que me encantaba picarle con el tema. Pero
algo mágico pasó en aquel instante porque de pronto el amor por la poesía se
adueño también de mí, y eso fue porque… Espera que hinque la rodilla y saque el
anillo. Eso es porque: “Poesía… eres tú”
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