domingo, 11 de noviembre de 2018

LA PEDIDA



 Mi padre era un óptico con alma de poeta, y no me entraba en la cabeza. Como podía entregarse al mismo tiempo a dos cosas tan dispares y, sobre todo, como podía desviar su atención de algo tan bello por culpa de ridículos versos. “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul”; ¡Pero, por Dios! Primero sé lo decía de hijo a padre, y con el paso de los años de óptico a óptico, todas las pupilas son negras. Azul sería el iris pero claro, a Bécquer no debía sonarle igual de bien y prefirió rimar con una imprecisión. Como iba a respetar a la poesía si para empezar era incapaz de hablar con propiedad.
El día que entraste en la óptica por primera vez porque querías empezar a usar lentillas estábamos discutiendo por enésima vez sobre la dichosa rima XXI, la verdad es que me encantaba picarle con el tema. Pero algo mágico pasó en aquel instante porque de pronto el amor por la poesía se adueño también de mí, y eso fue porque… Espera que hinque la rodilla y saque el anillo. Eso es porque: “Poesía… eres tú”

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