domingo, 23 de septiembre de 2018

SOBRE LA ARENA




Me empujan para salir, aunque yo no quiero. Al otro lado del gran portón de madera oigo los gritos del gentío y música lejana, pero no soy capaz de distinguir nada, no diviso más que borrones en una gama cromática que se mueve entre el azul y el verde. De pronto parece que algo se mueve, o no, no veo bien.
Avanzo sobre la arena a sabiendas que no puedo aventurarme más que hacia mi fin, y así debe ser. Si opongo resistencia, demasiada resistencia, y acabo con mi verdugo ellos matarán a mi madre y a mis hijos; toda mi estirpe desaparecerá. Ahora sí, algo se mueve, y me lanzo a atacar decidido. Soy fuerte y encajo bien los golpes, a pesar de las heridas me mantengo en pie. No debo matar, pero tampoco quiero morir. Los minutos son horas interminables. Oigo murmullos que se transforman en gritos, y aunque intento entender que pasa no puedo, no veo. Pese a mi aspecto de ogro me encuentro tan limitado visualmente frente a mis adversarios. Retinas dicrómicas, un área visual poco desarrollada con dificultades para detectar el mundo que me rodea y el movimiento. Y entonces, tras tres toques, todo se para. La sangre me chorrea por la cara y se me mete en los ojos cuando por fin comprendo que van a perdonarme la vida, voy a ser indultado.
Vuelvo a cruzar el portón para curarme las heridas que me han hecho. Hoy nadie comerá mi rabo de toro guisado, de ahora en adelante me espera la buena vida del semental. Un extraordinario final feliz sobre la arena del ruedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA HIJA DEL FARERO

He oído decir que la séptima hermana de una familia siempre es bruja, y empiezo a pensar que debe haber algo de cierto en esa afirma...