Toda la policía estaba volcada en la
búsqueda del grafitero conocido como Hara. Los medios de comunicación se
hicieron eco de la noticia y buscaron colaboración ciudadana, pero nunca se
consiguió nada. Se esfumó con el mismo sigilo con el que pintaba.
Su primera obra resultó muy curiosa cuando
apareció en una de las cuatro paredes de aquella manzana de barrio. Bajo una
composición de puntos rojizos, aparentemente inconexos, podía la mayoría de la
gente leer la palabra UN, compuesta por puntos de distintas tonalidades verdes.
Se veía una clara inspiración en su obra de Ishihara, el método para detectar y
clasificar las alteraciones para percibir los colores. El segundo graffiti fue
más grande y escondía en su entramado de puntos rojos y amarillos la palabra
MONSTRUO, en tonalidades verdosas. El tercero guardaba la palabra YACERÁ. Llegados
aquí alguien encontró algo inquietante en la obra del artista urbano; pero lo
peor vino con el cuarto. En aquel podía distinguirse entre los puntos AQUÍ, y a
sus pies hallaron muerto al profesor. Él era residente en una de las viviendas
de aquella manzana de casas. El por qué de su muerte lo imaginaron los
encargados de la investigación al revisar el disco duro de su ordenador, pero
ni idea de quien podría estar detrás del nombre de Hara.
Isabel no volvió a pintar y nadie sospechó
de ella, como tampoco lo hizo el profesor al verla. Él no había envejecido lo
suficiente para cambiar, pero ella si había crecido tanto como para que él no
la reconociera. Ahora tal vez podría olvidarse de todo y olvidarse
definitivamente de él, empezando por aquella curiosidad que le contó para
ganarse su confianza sobre su problema de daltonismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario