“O que teño
que facer para non ter que ir ao mar”, se repetía cada mañana al despertar.
Desde que escuchó por primera vez la letra de la canción de aquella narcoserie
de televisión, basada en un libro secuestrado por la justicia, no podía quitársela
de la cabeza. Su bisabuelo fue marino y se lo llevó la mar, a su abuelo igual y
su padre, aunque seguía con ellos, toda la vida llevaba dejando con el corazón
en un puño a su madre cada vez que salía a navegar. Él desde niño supo que no
quería aquella vida para si, haría cualquier cosa por no tener que ir al mar. Y
lo había conseguido.
No le faltaba
el trabajo, no había nadie mejor en lo suyo en toda la zona de las Rías Baixas
a Costa da Monte; aquel era su territorio. Todos le llamaban con el mismo problema,
y es que si no se corta bien todo se va a la basura y son pérdidas. Algunos llamaban a aquellas zonas de trabajo
laboratorio, otros taller, pero poco importaba eso, muchas veces el mayor
problema era llegar. Las sinuosas carreteras gallegas son infernales, menos mal
que su todoterreno no le fallaba nunca. Recordó aquel día que tuvo que volver a
casa de noche y estuvo a punto de despeñarse porque casi se queda dormido. Le
habían llamado desesperados, tenían que entregar un encargo para el día siguiente
y era imposible, el dinero no podían devolverlo porque ya lo habían invertido
pero no podían cortar, y allí estaban con la mercancía en bruto. Aquel día
salió cubierto de polvo blanco hasta las orejas, parecía un panadero. Se tocó
la nariz con las manos manchadas y al verse en un espejo se dio cuenta que
tenía aspecto de farlopero. Pero justó después los engranajes volvieron a girar,
se oyó el agua correr, y las muelas cortaron y tallaron aquella pareja de
progresivos de última generación para que pudieron ser entregados a tiempo.
Era el mejor
técnico en reparación de biseladoras y
nunca le faltaba el trabajo.
Me gusta!!! ya creía que no iba a relacionarse con la óptica!!
ResponderEliminarJajaja. ¡Eso nunca!, ya sabes lo que todos tienen en común 😉
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