domingo, 27 de mayo de 2018

CITA A CIEGAS

Lucía no tenía ningún interés en acudir a aquella cita a ciegas que le había organizando su hermana, pero insistió tanto que allí estaba. A sus estupendos cincuenta años no había tenido mucha suerte en el amor, empezando por un marido que le salió rana. Su ex, al ver que se acercaban al medio siglo de vida, decidió cambiarla por otra más joven en un intento patético de dar marcha atrás al reloj de la vida. 
Cuando llegó al restaurante y lo vio allí sentado estuvo tentada de darse la vuelta, pero ya la había visto él a ella también. No es que no lo encontrara atractivo, que lo era y mucho, ¡pero en que pensaba su hermana, aquel chico aun no tendría ni cuarenta! Lucía tenía muy claro en que liga jugaba, y no quería compañeros ni más mayores ni más jóvenes, a pesar de que por su apariencia y experiencia nadie podría echarla en cara que se lanzara a la caza de algún yogurín.
Irremediablemente intercambio saludos con su cita y tomó asiento en la mesa. Mientras llegaba el camarero charlaron un poco, le sorprendió gratamente lo fácil que era hablar con él pero... ¿Cuántos años habría de diferencia? Al llegar por fin la carta, mientras Lucía trataba de enfocar las letras alejándosela, su pareja, sin ningún pudor, se sacó unas gafas de cerca de la chaqueta. 
– ¿Si quieres usar las mías te las dejo? – le ofreció después de elegir.
– ¿Tú usas gafas de cerca?
– Pues claro, los años no perdonan. 
Lucía las tomo y se las puso, no tanto para leer como para calcular;  más o menos eran de la misma graduación que las suyas lo que significaba que ellos eran también más o menos de la misma edad. 
De pronto ya no era tan reacia a aquella cita y empezó a estar agradecida a su hermana. 

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