domingo, 20 de enero de 2019

VUDÚ




A pesar de estar en interior, y que la sala de espera carecía de ventanas, los dos hombres que allí esperaban a que la enfermera les trajera sendos consentimientos informados no se desprendían de sus gafas de sol. Uno de ellos se mostraba ilusionado y ansioso, el otro no. Al primero la espera lo estaba sacando de sus casillas, así que comenzó a hablar para romper el silencio.
– Es la primera vez que vengo a Barcelona, y casi no he visto nada. Pero cuando salga de aquí espero que todo sea muy distinto. ¿Y tú?
– Yo ya había estado antes aquí, en un verano que me dediqué a cazar olas por toda la Costa Brava.
– ¿Surfeas?
– Surfeaba, la última vez que lo hice fue en Haití.
– A mí también me gusta surfear, pero lo dejé porque me pasaba más tiempo con queratitis que sin ella… mis corneas siempre han sido muy delicadas. Por eso estás tú también aquí.
– No, a mí me ha traído aquí el vudú.
La enfermera entró un momento con los consentimientos y volvió a dejarlos a solas. El paciente parlanchín había enmudecido de golpe, no sabía si aquel tipo le tomaba el pelo o estaba loco. Antes de poder preguntarle que había querido decir con lo de que a él le había llevado allí el vudú el otro tipo reinició su narración.
– Llegué a Haití en busca de olas y alguna guapa haitiana. En el mapamundi de mi casa cada vez que regresaba tachaba un país, y eso significaba que me había acostado con alguna mujer de allí. Alika era una mulata espectacular, y muy joven, yo fui su primer amor… y el último. Me llevó a conocer a su familia, y a pesar de que me vanagloriaba de ser un gran seductor capaz de meterme a cualquiera en el bolsillo, su padre que era un hombre muy vivido vio algo en mí qué no le gustó. Era un bokor, un brujo negro, y tras abandonar a su hija, y que esta enloqueciera, me llegó la desgracia. Antes de coger mi vuelo de regreso a casa tomé un último baño en la piscina del hotel, y durante las largas horas de vuelo de vuelta sufrí el ataque más agresivo que nunca un oftalmólogo haya visto de queratitis por acanthamoeba.
– Bueno, tuviste mala suerte pero no creo que sea vudú, tras el transplante de cornea todo ira bien, seguro.
– Tú crees –. dijo al tiempo que se quitaba las gafas de sol – Me estaba subiendo al taxi rumbo al aeropuerto cuando el padre de Alika se acercó a mí y me dijo que no volvería a mirar a ninguna otra mujer después de su hija. Y así será.
La cornea del ojo derecho tenía un aspecto blanco lechoso. Donde debía estar el ojo izquierdo solo había una cavidad vacía.
– El doctor insiste en volver a operarme, se siente culpable por el peor caso de rechazo de su vida, pero yo no le culpo de nada. La culpa es solo mía. Suerte con tu transplante, seguro que ira bien.
 Y tras rasgar los folios del consentimiento, antes de levantarse y salir, dejó a su  optimista compañero de sala confuso y lleno de desasosiego.

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