sábado, 24 de marzo de 2018

EL MONSTRUO QUE HABITA DENTRO


– ¡Pero que porquería de lentillas me habéis vendido!
Así entró la Sra. Azcona, sin un buenos días ni importarle si se pudiera estar atendiendo a otras personas antes que a ella.
Ella era lo que en el argot comercial se conoce como una marquesa, de esas que entran a los comercios como si todos los que estuvieran trabajando allí fueran sus sirvientes. Su pelo perfectamente arreglado, su ropa impoluta y el olor de su perfume eran la piel de cordero con la que se camuflaba el lobo que llevaba dentro.
Siempre ponía en duda todos los productos de la óptica, y la valía de sus trabajadores, pero volvía una y otra vez porque el hecho de que fuera una cadena con mucha rotación de personal le daba la seguridad de que aguantarían cualquiera de sus impertinencias. Probó en un par de ópticas de barrio pero en estas los dueños rápidamente le paraban los pies ante sus comentarios faltos de respeto.
Siempre buscada al trabajador o trabajadora con cara de ser la última incorporación al grupo para cebarse con ella, pero con la última óptica en llegar pincho en hueso. Venía de una familia con una larga tradición de comercio cara al público y a las mujeres como ella las reconocía a la legua.
– Pase conmigo al gabinete, por favor. – dijo en un tono llenó de dulzura.
La Sra. Azcona había probado todas las lentes de contacto del mercado pero no tolerando ninguna; todas las notaba. Portaba el ojo rojo y se quejaba de que le producían ardor y un lagrimeo intolerable.
La óptico la acomodó frente a la lámpara de hendidura y al sujetar su párpado superior con el dedo un par de pestañas se desprendieron.
– Esa es otra. – dijo la Sra. Azcona – Ahora mismo me va a oír la del centro de estética, no sé que pestañas me ha puesto que se me caen todas.
Al enfocar sobre el borde del párpado, entre los pegotes de rimel y la las pestañas postizas, vio la prueba confirmatoria que buscaba.
– Dígala de mi parte que se lave muy bien las manos y desinfecte todo con lo que la toque.
– ¡Cómo!
– Sí… por el monstruo que lleva dentro. – y se sacó el móvil de la bata para ponerse a buscar algo en el.
– Eres una sinvergüenza, pienso…
– Mírelo.
Y entonces le enseñó la imagen de un bicho marrón, alargado, con ocho patas rechonchas cerca de la cabeza y aspecto repugnante.
– Se llama  Demodex folliculorum y aunque está presente en todos nosotros en sus pestañas han proliferado más de lo normal. En Ud. se sienten como en casa, y no le puedo decir la causa. Le recomiendo que busque un médico.

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